Cuento y moraleja
En un puerto del mar de la China, había numerosos barcos a punto de embarcar, todos cargados hasta los topes de joyas, de sedas y de otras mercancías valiosas. Los mercaderes que los habían fletado se alegraban de llevarse todos estos tesoros a su país natal. Poco antes de su partida, se les anunció que se preparaba una tempestad en alta mar y que sus barcos, cargados en exceso, no podrían resistirla. Pero los mercaderes, haciendo caso omiso de esta advertencia, decidieron partir sin más tardanza. Sólo uno de ellos descargó su barco y se hizo a la mar vacío. Más tarde, cuando se desencadenó la tempestad con una violencia extrema, los barcos demasiado cargados se hundieron. Únicamente el barco vacío permaneció a flote y pudo recuperar a todos los náufragos.
En un puerto del mar de la China, había numerosos barcos a punto de embarcar, todos cargados hasta los topes de joyas, de sedas y de otras mercancías valiosas. Los mercaderes que los habían fletado se alegraban de llevarse todos estos tesoros a su país natal. Poco antes de su partida, se les anunció que se preparaba una tempestad en alta mar y que sus barcos, cargados en exceso, no podrían resistirla. Pero los mercaderes, haciendo caso omiso de esta advertencia, decidieron partir sin más tardanza. Sólo uno de ellos descargó su barco y se hizo a la mar vacío. Más tarde, cuando se desencadenó la tempestad con una violencia extrema, los barcos demasiado cargados se hundieron. Únicamente el barco vacío permaneció a flote y pudo recuperar a todos los náufragos.
Jodorowsky, en “La sabiduría de los cuentos”
“El apego es pensar que las cosas son permanentes en nuestra realidad, que
es en esencia impermanente. Por ejemplo, yo me comprometo con una chica y vivo
con la ilusión de que esta felicidad durará siempre, o que moriremos juntos
felices. O es pensar que nuestros padres vivirán siempre, o que un coche nuevo
nos traerá felicidad y alegría. Todo esto es apego. Para superarlo debemos
analizar la esencia de las cosas, que es temporal y transitoria, y asumir la
responsabilidad de nuestros actos, que determinan el presente y a la vez el
futuro. La ley budista de la causa y efecto nos enseña que sólo obtenemos lo
que hemos sembrado.”
Lama Blanco
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