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  1. jueves, 27 de septiembre de 2012



    Alicia es un nombre que irremediablemente nos remite a un relato. A un universo alterno habitado por seres fantásticos que se caracteriza por la contradicción. El cuento original de Lewis Carroll ha dado metros y metros de tela que cortar a pintores, psicólogos, críticos y cineastas. De las adaptaciones cinematográficas, tal vez la de Disney (1951) sea la más famosa. Hay otra mucho más arriesgada:Tideland (2005) de Terry Gilliam, basada en la novela homónima de Mitch Cullin, que narra la historia de una niña que, ante la drogadicción de sus padres, decide refugiarse en un mundo imaginario lleno de personajes alucinados. También está la más reciente, de Tim Burton (2010), que presenta a una Alicia adulta que regresa al mundo de las maravillas para vencer a la Reina de Corazones y descubrir su misión del otro lado del espejo. Pero la Alicia mítica, la que dio origen a todas las demás, fue inspirada por una musa de poquísimos años.



    Charles Ludwidge Dodgson era un tímido profesor de matemáticas. El padre de Charles tuvo once hijos: todos ellos zurdos y tartamudos (cabe mencionar que todavía en el siglo XIX se tenía la creencia de que los zurdos eran seres impuros y demoníacos). El rechazo que sufrió Dodgson durante la infancia es perceptible en su obra. Frecuentemente manifestó su gusto por la inversión a través de curiosos actos de rebeldía: Al otro lado del espejo y lo que Alicia allí vio, la continuación de Alicia en el País de las Maravillas, así como muchos otros de sus textos, requieren de un espejo para su lectura.

    Tras graduarse en el Christ Church College de Oxford, recibió las órdenes de diácono, pero debido a su tartamudez le fue imposible predicar. Aunque Charles se presentaba como un hombre de ciencia, escondía una imaginación prodigiosa y una habilidad sorprendente para la literatura, en especial para los juegos de palabras. Escribió numerosos cuentos y poemas que fueron publicados en revistas y obtuvieron un éxito discreto.

    Un buen día conoció al Doctor Liddell, padre de la legendaria Alicia. Desde su oficina, Charles podía ver a la pequeña jugar con sus hermanitas, Lorina y Edith, en el jardín colindante perteneciente al Christ Church. Con frecuencia las llevaba de paseo al campo, las niñas escuchaban las increíbles historias que Dodgson inventaba para ellas. Fue durante uno de esos paseos que nació Alicia en el País de las Maravillas.

    En su diario, con fecha del 4 de julio de 1862, puede leerse la siguiente anotación: “Seguido el río hasta Godstow con las tres pequeñas Liddell, hemos tomado el té a orillas del agua y no hemos vuelto a Christ Church hasta las ocho y media […] En esta ocasión les he contado una historia fantástica titulada Las aventuras subterráneas de Alicia, que me he propuesto escribir para Alice”.


    Dos años más tarde, el libro, ahora titulado Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, se encontraba en casi todas las librerías de Inglaterra. Fue así como se dio a conocer el genio, que utilizaría el seudónimo de Lewis Carroll para firmar sus obras, y conferiría al cuento infantil de un elemento revolucionario: el absurdo.

    Al entrar a la madriguera del conejo, Alicia viaja a un mundo donde todo funciona al revés. Una fiesta de té que nunca termina es normal, el gato de Cheshire parece desafiar a la mecánica cuántica, y es por todos sabido que la reina roja debe correr muy rápido para permanecer en el mismo sitio. Se puede llorar hasta formar lagunas: al preguntar por la propia identidad nunca se obtendrá respuesta. Arriesgándose a perder la cabeza, Alicia lucha por conservar la cordura.

    Aunque estos cuentos fueron pensados para un público infantil, hoy día interesan más a los intelectuales. Matemático y fabulador, Carroll escribió algunos tratados de lógica, como “El juego de la lógica”, donde reúne pruebas de la neurosis victoriana con el objeto de demostrar que el exceso de rigor puede conducir a la locura. Utilizó el recurso de la infancia para refugiarse en un mundo imaginario en el que lo lógico es la fantasía y no las absurdas leyes de los hombres.

    El mundo creado por Charles Ludwidge Dodgson es tan complejo que tal vez nunca terminemos de interpretarlo, si es que hemos logrado interpretarlo en absoluto, mínimamente, ¿lógicamente?










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