Quien quiera pensar que un “dios malo”, “los demás” o simplemente la “casualidad” ocasionan las cosas que suceden, encuentra en el mundo muchas pretextos para seguir pensando así.
Para salir de esa espiral, se comienza con la responsabilidad propia, pues aquí aprende uno a ver sus experiencias como consecuencia de sus acciones anteriores, sin buscar otro “culpable” de ellas, y empieza a sembrar conscientemente las causas de la felicidad. De esta forma influye uno en los resultados y no permanece eternamente como un niño, dependiente y entregado a las circunstancias.
El que quiere vivir seguro a largo plazo, sobre una base sólida, necesita sólo observar la ley de causa y efecto. Las impresiones que fueron plantadas en el subconsciente, por medio de nuestras acciones a nivel de cuerpo, habla y mente, madurarán en su momento. Las condiciones externas e internas se unirán y decidirán nuestro futuro.
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